Monica Lewinsky por fin habla del “precio de la vergüenza” y merece nuestra atención. ¡Bravo por ella!
Por fin está hablando y ¡olé por ella! Cómo me alegro y por eso he decidido compartirlo. Más de una década después de haber sido públicamente humillada por comportarse como una cría enamorada de, nada menos, que un presidente de los los Estados Unidos, Monica Lewinsky da la cara para pedir que se ponga freno a algo que conoció de primera mano. “El precio de la vergüenza” es el título de su discurso (TED, marzo 2015), que no tiene desperdicio y debería hacernos reflexionar a todos. Ella fue , probablemente, la primera mujer humillada públicamente usando las enormes posibilidades del ciberespacio y lo que a ella le sucedió, lejos de ser algo pasajero, ha ido en aumento con el paso de los años y se ha cobrado numerosas víctimas. Internet tiene muchas cosas buenas, es cierto, pero la cultura de la humillación que ha fomentado (escucha/lee sus palabras si no acabas de comprender qué significa eso) es algo contra lo que todos deberíamos poner nuestro granito de arena.
Si te identificas con su denuncia, compártelo y no te conformes con poner cara de horror o decir ¡ya basta! No participes de este circo. Haz algo, por pequeño que sea: no darle al me gusta cuando se trate de algo que violenta a una persona, no difundir algo que hiere a otro ser humano, denunciar, mostrar empatía hacia quien está siendo vilipendiado, tenderle la mano…¡Algo! para evitar que historias como ésta se repitan a diario. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras se humilla públicamente a un ser humano… en este caso por algo sexual = íntimo y privado. No podemos decir que estamos en contra de algo así y mirar y/o divulgar las imágenes personales (insisto: ¡privadas!) de Jennifer Lawrence, por citar un ejemplo reciente del que también se hace eco Lewinsky. ¿Caíste en la trampa? Muy tentador, ¿verdad? Pero piensa en las consecuencias y en lo que en el fondo dice de ti, de nosotros, de nuestra cultura.
Por si no puedes entender el discurso de Monica Lewinsky en inglés, copio la traducción publicada por la propia organización*:
“Están ante una mujer silenciada públicamente durante una década.Obviamente, eso ha cambiado,pero solo recientemente.Fue hace varios mesescuando di mi primer discurso público importanteen la cumbre de Forbes para menores de 30,ante 1500 personas brillantes, todas menores de 30.Eso significaba que, en 1998,el mayor del grupo tenía solo 14 años,y el más joven, solo cuatro.Bromeé con ellos acerca de que solo algunos habrían oído hablar de mía través de canciones de rap.Sí, estoy en canciones de rap.Casi en 40 canciones de rap. (Risas)
Pero en la noche de mi discurso, sucedió algo sorprendente.A la edad de 41, un chico de 27 años quiso seducirme.Lo sé, ¿sí?Era encantador y yo me sentí halagada,y lo rechacé.¿Saben cuál fue su fallido argumento de seducción?Que podía hacerme sentir de nuevo como de 22 años.(Risas) (Aplausos) Más tarde pensé que probablemente sea la única persona de más de 40que no desea tener 22 años otra vez.(Risas)(Aplausos)
A la edad de 22 años, me enamoré de mi jefe,y a la edad de 24,descubrí las devastadoras consecuencias.¿Pueden alzar las manos quienes aquía los a 22 no cometieron un error o hicieron algo que lamentaron?Sí. Eso es lo que yo pensaba.Como yo a los 22, puede que algunos de Uds. también tomaran vías equivocadasy se hubieran enamorado de la persona equivocada,tal vez incluso de su jefe.A diferencia mía, sin embargo, su jefeprobablemente no era el presidente de Estados Unidos.
Por supuesto, la vida está llena de sorpresas.No pasa un día sin que se me recuerde mi error,y lamento ese error profundamente.
En 1998, después de haber sido arrastrada a un romance dudoso,me vi envuelta en el centro de una vorágine política, jurídica y medáticacomo nunca habíamos visto antes.Recuerden, tan solo unos pocos años antes,las noticias se consumían solo a través de tres fuentes:leyendo un periódico o una revista,escuchando radio,o viendo televisión.Eso era todo.Pero ese no era mi destino.En cambio, este escándalo les llego a Uds.mediante la revolución digital.Eso significó que se podía acceder a toda la información deseada,en cualquier momento y en cualquier lugar,y cuando la historia estalló en enero de 1998,emergió en línea.Fue la primera vez que la fuente de noticias tradicionalfue sustituida por Internet para dar noticias importantes de última hora,un clic que retumbó en todo el mundo.
Eso significó, para mí personalmente,que de la noche a la mañana, pasé de ser una figura completamente privada a una figura humillada públicamente a escala mundial.Fui la paciente número cero en perder la reputación personala escala global, de forma casi instantánea.Este juicio apresurado, posibilitado por la tecnología,llevó a multitudes virtuales a lapidarme.Cierto es que fue antes de la explosión de los medios sociales,pero la gente ya podía comentar en línea,enviar historias por correo electrónico, y, por supuesto, enviar bromas crueles.Las fuentes de noticias ponían fotos mías por todas partespara vender periódicos, anuncios en línea,y para mantener a la gente viendo la televisión.¿Se acuerdan de una foto particular mía,digamos, en la que llevaba una boina?Bien, admito que cometí errores,especialmente usando esa boina.Pero la atención y el enjuiciamiento que yo recibí, no la historia, que yo personalmente recibí, no tenían precedentes.
Fui vilipendiada como golfa,fulana, puta, zorra, guapa tonta,y, por supuesto, como “esa mujer”.Fui vista por muchospero, en realidad, pocos me conocían.Y lo entiendo: era fácil olvidarque esa mujer tenía una dimensión,tenía alma y que alguna vez estuvo intacta.
Cuando esto me sucedió hace 17 años, no había nombre para eso.Ahora lo llamamos acoso cibernético y acoso en línea.Hoy, quiero compartir mi experiencia con Uds.,hablar de cómo esa experiencia ha ayudado a formar mis reflexiones culturales,y cómo espero que esa experiencia pueda llevar a un cambio quese traduzca en menos sufrimiento para otros.
En 1998, perdí mi reputación y mi dignidad.Perdí casi todo,y casi pierdo la vida.Dejen que les pinte el cuadro.Es septiembre de 1998,estoy sentada en una oficina sin ventanasen la Oficina del Asesor Independientebajo el zumbido de luces fluorescentes.Estoy escuchando el sonido de mi voz,mi voz en llamadas telefónicas grabadas encubiertamenteque un supuesto amigo me había hecho el año anterior.Estoy aquí por requerimiento legalpara autentificar personalmente todas las 20 horas de conversación grabada.
Durante los últimos ocho meses, el contenido misterioso de estas cintasha caído como una espada de Damocles sobre mi cabeza.Quiero decir, ¿quién puede recordar lo que dijo hace un año?Asustada y mortificada, escucho,escucho mientras parloteo sobre esto y lo otro de la jornada;escucho como confieso mi amor por el presidente,y, por supuesto, mi desamor;me escucho a mí misma a veces pícara, a veces grosera, a veces tonta,siendo cruel, implacable, maleducada;escucho suma, sumamente avergonzada,la peor versión de mí misma,un yo misma que ni siquiera conocía.
Unos días más tarde, el informe Starr se pone a disposición del Congreso,y todas esas cintas y transcripciones, esas palabras robadas son parte de éste.Que las personas puedan leer las transcripciones es ya muy horrendo,pero un par de semanas más tarde,las cintas de audio se emiten en la televisión,y porciones significativas están disponibles en línea.La humillación pública era insoportable.La vida era casi insoportable.Esto no era algo que sucediera con regularidad en 1998,y con esto me refiero al robo de palabras de uso privado, acciones de personas,conversaciones o fotos,para luego hacerlo todo público,público sin consentimiento,público fuera de contexto,y público sin compasión.
Adelantemos 12 años a 2010,y ahora los medios de comunicación social se han instaurado.El paisaje se ha poblado tristemente mucho más con casos como el mío,sea o no que alguien en realidad cometa o no un error,y ahora abarca tanto a las personas públicas como a las privadas.Las consecuencias para algunos se han convertido en graves, muy graves.Estaba hablando por teléfono con mi mamáen septiembre de 2010,y estábamos hablando de la noticiade un estudiante de primer año de la Universidad de Rutgersllamado Tyler Clementi.El dulce, sensible y creativo Tylerfue filmado secretamente por su compañero de cuartomientras tenía relaciones íntimas con otro hombre.Cuando el mundo en línea se enteró de este incidente,la burla y el acoso cibernético se encendieron.Unos días más tarde,Tyler saltó desde el puente George Washingtonpara matarse.Tenía 18 años.
Mi madre estaba sobrecogida por lo que pasó a Tyler y a su familia,estaba descompuesta de dolorde manera que no me resultaba demasiado comprensible.Luego con el tiempo me di cuentade que ella estaba reviviendo 1998,reviviendo una época en que ella se sentaba en mi cama cada noche,reviviendo una época en que ella me hacía ducharme con la puerta del baño abierta,y reviviendo una época en que mis padres temíanque iban a humillarme hasta matarme,literalmente.
Hoy en día, muchos padres no han tenidola oportunidad de intervenir y rescatar a sus seres queridos.Demasiados han sabido del sufrimiento y la humillación de su hijodespués de que fuera demasiado tarde.La trágica muerte sin sentido de Tyler fue un momento crucial para mí.Sirvió para recontextualizar mis experiencias,y entonces comencé a mirar el mundo de la humillación y la intimidacióny ver algo diferente.En 1998, no teníamos forma de saber adónde nos llevaríaesta nueva tecnología valiente llamada Internet.Desde entonces, ha conectado a la gente de maneras inimaginables,uniendo a hermanos perdidos,salvando vidas, lanzando revoluciones,pero el lado oscuro, el acoso cibernético y la humillación de ser tildada de mujerzuelaque experimenté, se ha multiplicado.
Cada día en línea, la gente, especialmente los jóvenescuyo desarrollo no está todavía a la altura para manejarse con esto,son tan maltratados y humilladosque no pueden imaginar vivir hasta el día siguiente,y algunos, por desgracia, no lo hacen,y no hay nada virtual en eso.
ChildLine, organización no lucrativa del Reino Unido centrada en ayudara los jóvenes, publicó una estadística asombrosa a finales del año pasado:del 2012 al 2013,hubo un aumento del 87 %de llamadas y correos electrónicos relacionados con el acoso cibernético.Un metaanálisis realizado en los Países Bajosmostró, por primera vez,que el ciberacoso llevaba a ideas de suicidiomucho más significativamente que el acoso no cibernético.
¿Y saben lo que me sorprendió, aunque no debería?Otra investigación del año pasado determinó que la humillaciónes una emoción que se siente con más intensidadque la felicidad o que incluso la ira.La crueldad con los demás no es nada nuevo,pero en línea, tecnológicamente mejorada, la vergüenza se amplifica,es incontenible y de acceso permanente.El eco de la vergüenza se usaba solo para ampliar su alcancea tu familia, pueblo, escuela o comunidad,pero ahora es a la comunidad en línea también.Millones de personas, a menudo de manera anónima,puede apuñalar con sus palabras, y eso produce gran cantidad de dolor,y no hay perímetros alrededor de cuántas personaspueden observarte públicamentey ponerte en una empalizada pública.Hay un precio muy personalpor la humillación pública,y el crecimiento de Internet ha aumentado ese precio.
Durante casi dos décadas, poco a pocohemos estado sembrando las semillas de la vergüenza y la humillación públicasen nuestro suelo cultural, tanto en línea como fuera de ella.Sitios web de chismes, paparazzi, telerealidad, política,agencias de noticias y a veces hackers componen el tráfico de la vergüenza.Esto dio lugar a la desensibilización y a un ambiente permisivo en líneaque se presta a la pesca, a la invasión de la privacidad y al acoso cibernético.Este cambio ha creado lo que llama el profesor Nicolaus Millsuna cultura de la humillación.
Piensen en algunos ejemplos prominentes solo en los últimos seis meses.Snapchat, el servicio que utilizan sobre todo las generaciones más jóvenes,afirma que sus mensajes solo tienen una vida útilde unos pocos segundos.Se pueden imaginar la variedad de contenido que corre.Una aplicación que los usuarios de Snapchat usan para preservar la vidade los mensajes fue hackeado,y 100.000 conversaciones, fotos y videos personales se publicaron en líneay ahora tienen una vida perpetua.
A Jennifer Lawrence y a otros actores les han hackeado sus cuentas en iCloudy fotos íntimas, privadas, se divulgaron a través de Internetsin su permiso.Un sitio web de chismes tuvo más de cinco millones de visitaspor esta historia.¿Y qué decir del robo cibernético a Sony Pictures?Los documentos que recibieron mayor atención fueronlos correos privados que tenían el máximo valor de vergüenza pública.
Pero en esta cultura de la humillación,hay otro tipo de etiqueta de precio adjunta a la humillación pública.El precio no mide el costo de la víctima,que Tyler y muchos otros,en particular mujeres, las minorías,y miembros de la comunidad LGBTI, han pagado,pero el precio mide el beneficio de aquellos que se aprovechan de ellos.Esta invasión de los demás es una materia prima,aprovechada eficientemente y sin piedad, empaquetada y vendida por beneficio.Ha surgido un mercado en el que la humillación pública es un productoy la vergüenza es una industria.
¿Cómo se hace el dinero?Clics.A mayor vergüenza, más clics.A más clics, más dólares de publicidad.Estamos en un ciclo peligroso.Cuanto más clics damos a este tipo de chismes,más insensibles nos hacemos a las vidas humanas detrás de los clics,y cuanto más insensibles nos hacemos, más clics hacemos.Al tiempo, alguien está haciendo dinero entre bambalinas a costa del sufrimiento de otra persona.
Con cada clic, hacemos una elección.Cuanto más saturemos nuestra cultura con la humillación pública,más aceptada será,con más frecuencia veremos comportamientos como el ciberacoso,algunas formas de piratería,y el acoso en línea.¿Por qué? Porque todos ellos tienen la humillación en su médula.Este comportamiento es un síntoma de la cultura que hemos creado.
Piensen en ello.Cambiar el comportamiento comienza con cambiar creencias.Hemos visto que eso es verdad con el racismo, la homofobia,y un montón de otros sesgos, en el presente y en el pasado.Cambiar las creencias sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo,les ha ofrecido libertades igualitarias a más personas.Cuando empezamos a valorar la sostenibilidad,más gente comenzó a reciclar.
En lo que a nuestra cultura de la humillación se refiere,lo que necesitamos es una revolución cultural.La humillación pública como deporte sanguinario tiene que acabar,y es el momento para una intervención en Internet y en nuestra cultura. El cambio comienza con algo sencillo, pero no es fácil.
Tenemos que volver a un valor a largo plazo como la compasión y la empatía.En línea, tenemos un déficit de compasión,una crisis de empatía.La investigadora Brene Brown dijo, y cito,“la vergüenza no puede sobrevivir a la empatía”.La vergüenza no puede sobrevivir a la empatía.He visto unos días muy oscuros en mi vida,y fue la compasión y la empatía de mi familia, amigos, profesionales,y, a veces, incluso extraños, la que me salvó.Incluso la empatía de una persona puede marcar una diferencia.
La teoría de la influencia de la minoría,propuesta por el psicólogo social Serge Moscovici,dice que, incluso en pequeñas cantidades,cuando hay consistencia en el tiempo,el cambio es posible.En el mundo virtual, podemos fomentar la influencia de la minoríavolviéndonos íntegros.Convertirnos en personas íntegras significa que,en lugar de la apatía del espectador,podemos publicar un comentario positivo a alguieno reportar una situación de intimidación.Confíen en mí, comentarios compasivos ayudan a abatir la negatividad.También podemos contrarrestar la cultura mediante el apoyo a las organizacionesque tratan este tipo de problemas,como la Fundación Tyler Clementi en los EE. UU.,en el Reino Unido, el Anti-Bullying Pro,y en Australia, el proyecto Rockit.
Hablamos mucho de nuestro derecho a la libertad de expresión,pero tenemos que hablar más sobrenuestra responsabilidad con la libertad de expresión.Todos queremos ser escuchados,pero reconozcamos la diferencia entre hablar con intencióny hablar a favor de la atención.Internet es la autopista de la identificación,pero en línea, mostrar empatía con los demásnos beneficia a todos y ayuda a crear un mundo más seguro y mejor.Necesitamos comunicarnos en línea con compasión,consumir noticias con compasión,y hacer clic con compasión.Solo imaginen caminar un kilómetro en el titular de esa otra persona.
Me gustaría terminar con una nota personal.En los últimos nueve meses,la pregunta que más me han planteado es por qué.¿Por qué ahora? ¿Por qué saqué la cabeza de mi escondite?Uds. pueden leer entre líneas en esas preguntas,y la respuesta no tiene nada que ver con política.La respuesta estrella es porque era y es el momento:el momento para dejar de pasar de puntillas por mi pasado;el momento para dejar de tener una vida de desgracia;y el momento para recuperar mi narrativa.No se trata solo de salvarme a mí misma.Cualquier persona que sufra de vergüenza y humillación públicatiene que saber una cosa: puede sobrevivir.Sé que es duro.Puede que no sea indoloro, ni rápido, ni fácil,pero se puede insistir en un final diferente a su historia.Ten compasión de ti mismo.Todos merecemos compasión,y vivir tanto en línea como fuera de ella en un mundo más compasivo.Gracias por escucharme.(Aplausos)
* Traducción por Lidia Cámara de la Fuente.
6 respuestas a “Monica Lewinsky por fin habla del “precio de la vergüenza” y merece nuestra atención. ¡Bravo por ella!”
Gracias Sylvia por estar tan atenta a lo que necesitamos.
No puedo decir por menos que me asombro a mí misma que habiendo oído el caso de pasada,nunca se me ha ocurrido empatizar o simplemente profundizar, lo recogí como tantas otras noticias y la acumulé en mi ordenador mental, para luego seguramente reír si se dio el caso con el correspondiente chiste.
A mí, misma me pillo muchas veces, curioseando las portadas de las revistas, eso sí, me pregunto: ¿por qué se sigue ofreciendo esto?
entonces solo hayo una respuesta, tú ojeas pero otros compran.
Internet, a veces, me dá pánico, efectivamente, con el anonimato opinamos,criticamos,juzgamos,curioseamos…¿pero?¿dónde está el límite?
Creo que el límite lo tenemos que poner cada uno de nosotros y cuando los que intentan hacer negocio con los clics, no tengan ninguno que contar, solo existirá periodismo decente,cultura,crítica resolutiva y buen hacer.
REpito muchas gracias por compartir lo que de otro modo, se me pasa entre clics.
Ya.. ahora entiendo un poco más… porque yo de vergüenza y humillación poco…. , pero interesante el por qué preservar la intimidad, pasan los años y lo voy entendiendo más… Me gusta esta frase: ” Ha surgido un mercado en el que la humillación pública es un producto y la vergüenza es una industria. ”
Entre más clics se hagan, más ganan…. Nada es gratis en la vida, a costa de la vida de otros.. En fin…
Integridad y decencia. ¿Alguien se acuerda de lo que significan estas palabras? Parecen dos conceptos desfasados.
¿Cómo hemos llegado a esto?
La vida íntima de una persona es íntima, privada, suya, no algo que deba ser objeto de discusión, visión, juicio de los demás.
¿Por qué no somos capaces de ponernos en la piel de otra persona y negarnos a jugar a este juego?
Me temo que quienes miraron las imágenes de Jennifer Lawrence no eran conscientes de lo que estaban haciendo. Lo divertido, excitante, morboso era verla en esas posturas o lo que fuera que estuviera haciendo, no lo sé, porque yo no las miré. Fue una toma de postura, me negué a participar… Y, ahora, además, estoy muy orgullosa por ello. Entonces no me di cuenta de lo importante de mi gesto. Tras escuchar a la señora Lewinsky me doy cuenta de que negarse a hacerlo fue algo valioso…
Valioso, pero no suficiente.
¿Qué más puedo hacer?
¿Qué estamos dispuestos a hacer para acabar con esta lacra?
A quien sí las miro, a quien practica el porn revenge y cuelga imágenes íntimas de sus ex en Internet, a quien acosa a quienes son diferentes, a quienes disfrutan de esta cultura de la humillación decirles, por si en algún caso, no cae en saco roto: nunca es tarde para empezar a ejercer de ser humano. Nunca es tarde para dejar de comportarse como una bestia.
Cuando saltó toda esta polémica yo era bastante pequeña y para nada podía ser consciente del alcance que tendría la situación. Pero sí puedo decir que he vivido o crecido con la humillación de esta mujer sobrevolando en nuestra cultura. Más de una vez, especialmente cuando ya iba creciendo y madurando dentro de una persona socializada como mujer que soy, pensaba en lo duro que tuvo que ser para esta joven (que ya no lo es tanto), que encima de vivir una experiencia de amor negativa como tantas hemos sufrido por nuestras creencias y (no) educación afectivo-amorosa-sexual, topó con LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.
Y no podía hacer otra cosa que empatizar y entender desde dentro su papel como absoluta víctima de una sociedad machista, insensible y cero empática (ni hablar ya de inteligencia emocional). Y tras leer su charla, se me han puesto los pelos de punta por pensar que no es un caso aislado, sino que millones de jóvenes lo sufren simplemente por ser quienes no. Y es horrible. Y se consume sin parar. Y la red nos pone fácil elegir el papel de verdugos sin responsabilidad alguna. Pero no es culpa de la red, es culpa de la sociedad y de la (no) educación que recibimos.
Solo puedo aplaudir a esta mujer por el valor que tiene y porque salga a la luz pudiendo ayudar así a muchísimas personas. Y por defenderse, coño, ¡que ya está bien!
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y personalizar y analizar tu navegación. Puedes cambiar la configuración u obtener más información en nuestra política de cookiesAceptar
Gracias Sylvia por estar tan atenta a lo que necesitamos.
No puedo decir por menos que me asombro a mí misma que habiendo oído el caso de pasada,nunca se me ha ocurrido empatizar o simplemente profundizar, lo recogí como tantas otras noticias y la acumulé en mi ordenador mental, para luego seguramente reír si se dio el caso con el correspondiente chiste.
A mí, misma me pillo muchas veces, curioseando las portadas de las revistas, eso sí, me pregunto: ¿por qué se sigue ofreciendo esto?
entonces solo hayo una respuesta, tú ojeas pero otros compran.
Internet, a veces, me dá pánico, efectivamente, con el anonimato opinamos,criticamos,juzgamos,curioseamos…¿pero?¿dónde está el límite?
Creo que el límite lo tenemos que poner cada uno de nosotros y cuando los que intentan hacer negocio con los clics, no tengan ninguno que contar, solo existirá periodismo decente,cultura,crítica resolutiva y buen hacer.
REpito muchas gracias por compartir lo que de otro modo, se me pasa entre clics.
Ya.. ahora entiendo un poco más… porque yo de vergüenza y humillación poco…. , pero interesante el por qué preservar la intimidad, pasan los años y lo voy entendiendo más… Me gusta esta frase: ” Ha surgido un mercado en el que la humillación pública es un producto y la vergüenza es una industria. ”
Entre más clics se hagan, más ganan…. Nada es gratis en la vida, a costa de la vida de otros.. En fin…
Integridad y decencia. ¿Alguien se acuerda de lo que significan estas palabras? Parecen dos conceptos desfasados.
¿Cómo hemos llegado a esto?
La vida íntima de una persona es íntima, privada, suya, no algo que deba ser objeto de discusión, visión, juicio de los demás.
¿Por qué no somos capaces de ponernos en la piel de otra persona y negarnos a jugar a este juego?
Me temo que quienes miraron las imágenes de Jennifer Lawrence no eran conscientes de lo que estaban haciendo. Lo divertido, excitante, morboso era verla en esas posturas o lo que fuera que estuviera haciendo, no lo sé, porque yo no las miré. Fue una toma de postura, me negué a participar… Y, ahora, además, estoy muy orgullosa por ello. Entonces no me di cuenta de lo importante de mi gesto. Tras escuchar a la señora Lewinsky me doy cuenta de que negarse a hacerlo fue algo valioso…
Valioso, pero no suficiente.
¿Qué más puedo hacer?
¿Qué estamos dispuestos a hacer para acabar con esta lacra?
A quien sí las miro, a quien practica el porn revenge y cuelga imágenes íntimas de sus ex en Internet, a quien acosa a quienes son diferentes, a quienes disfrutan de esta cultura de la humillación decirles, por si en algún caso, no cae en saco roto: nunca es tarde para empezar a ejercer de ser humano. Nunca es tarde para dejar de comportarse como una bestia.
Impecable
Gracias, Sylvia
Cuando saltó toda esta polémica yo era bastante pequeña y para nada podía ser consciente del alcance que tendría la situación. Pero sí puedo decir que he vivido o crecido con la humillación de esta mujer sobrevolando en nuestra cultura. Más de una vez, especialmente cuando ya iba creciendo y madurando dentro de una persona socializada como mujer que soy, pensaba en lo duro que tuvo que ser para esta joven (que ya no lo es tanto), que encima de vivir una experiencia de amor negativa como tantas hemos sufrido por nuestras creencias y (no) educación afectivo-amorosa-sexual, topó con LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA.
Y no podía hacer otra cosa que empatizar y entender desde dentro su papel como absoluta víctima de una sociedad machista, insensible y cero empática (ni hablar ya de inteligencia emocional). Y tras leer su charla, se me han puesto los pelos de punta por pensar que no es un caso aislado, sino que millones de jóvenes lo sufren simplemente por ser quienes no. Y es horrible. Y se consume sin parar. Y la red nos pone fácil elegir el papel de verdugos sin responsabilidad alguna. Pero no es culpa de la red, es culpa de la sociedad y de la (no) educación que recibimos.
Solo puedo aplaudir a esta mujer por el valor que tiene y porque salga a la luz pudiendo ayudar así a muchísimas personas. Y por defenderse, coño, ¡que ya está bien!
“Por ser quienes *son”, quería decir.